martes, 19 de julio de 2011

Guia infantil y mas: ¿Qué hacer cuando el niño sufre de inapetencia?


Es necesario que los padres consulten con un especialista, si se trata de una etapa normal del niño o si hay algo más de por medio.


“Es importante distinguir entre inapetencia real y falsa. Si al hacer un interrogatorio sobre la alimentación del niño, las porciones que recibe y el número de comidas al día, y comparar esta información con su peso y talla se encuentra que todo está dentro de los parámetros normales para la edad, se trata de una falsa inapetencia. En estos casos, hay que explicarles a los padres lo que está pasando para que no se angustien”, dice Clara Inés Sandoval, médica pediatra bioenergética.


Cuando hay una inapetencia verdadera, en cambio, el pediatra o nutricionista nota que hay una disminución de peso debido a la falta de alimentos.






De acuerdo con Alicia Cleves, nutricionista dietista y directora del Centro Integral de Nutrición y Medicina (CINUMED), la inapetencia verdadera puede ser aguda, crónica, de origen orgánica o mixta. “Es usual que los niños dejen de comer después de una enfermedad como, por ejemplo, la diarrea. En estos casos, la inapetencia (orgánica) es una manifestación de la patología, la cual suele desaparecer al poco tiempo”, aclara la especialista.Sin embargo, en algunas ocasiones la inapetencia puede durar varias semanas o meses, volviéndose crónica.


“Esto ocurre cuando está condicionada por amenazas para comer o castigos físicos por parte de los padres”, explica Alicia Cleves.


Según el pediatra Álvaro Jácome, a veces los niños mayores rechazan un alimento en particular, lo cual se conoce como inapetencia selectiva. “Esta es una conducta dañina porque el menor calma su hambre con los alimentos que él elige. A largo plazo, esto puede provocar desnutrición, pues no está ingiriendo lo que necesita para su correcto desarrollo”, explica el experto.






Causas
Generalmente, los adultos tienden a catalogar a un pequeño como inapetente cuando se rehúsa a aceptar las tres comidas principales sin tener en cuenta el comportamiento del menor a lo largo del día. Ante esta situación, hay que examinar dos cosas: la actitud que tienen los padres frente a la nutrición y la edad. “Normalmente se empieza a hablar de que un niño no come después del primer año de vida”, aclara la nutricionista Alicia Cleves.


Si la falta de apetito se presenta en un bebé lactante, es probable que exista un problema de salud que lo haga rechazar la leche materna. Luego del primer año, el cambio en el apetito puede tener varias explicaciones.


Una de ellas es la mala introducción de los alimentos en la fase de la alimentación complementaria, que comienza a los 6 meses de edad. “Estos menores consumen solamente líquidos por la facilidad para tomarlos y rechazan los sólidos porque les da pereza masticarlos. Por eso, es importante acudir al nutricionista para conocer la manera correcta de incorporar nuevos alimentos a la dieta”, comenta la especialista.


También es común que un pequeño se niegue a aceptar una o varias comidas principales que se le ofrecen con demasiada insistencia o a la fuerza, porque ingiere pequeñas comidas a lo largo de la jornada. Por esta razón, al momento de almorzar, desayunar o cenar su apetito ya ha sido saciado.


“Otro caso es el de los padres que esperan que su hijo coma al ritmo de ellos, sin tener en cuenta que lo hace de acuerdo con las necesidades de su organismo”, explica Clara Inés Sandoval. Usualmente, las porciones que le sirven en el plato suelen ser demasiado grandes para su edad, por lo cual no termina la totalidad de su contenido. Esta situación les ocurre con mayor frecuencia a los niños mayores de 2 años, dado que la curva de crecimiento a esa edad es más lenta. Normalmente, en el primer año de vida el pequeño crece aproximadamente 1 centímetro por mes. Desde el segundo año, el crecimiento es de 3 centímetros al año.


Adicionalmente, algunos pequeños dejan de comer cuando se presenta una alteración en su contexto emocional. “Emociones como el miedo, la angustia, la tristeza o el enojo, derivadas de circunstancias como el divorcio, pueden cambiarles el apetito”, dice Clara Inés Sandoval.






Estrategias
De acuerdo con el pediatra Álvaro Jácome, para evitar que un niño se desmotive frente a la alimentación, lo más importante es que los padres sean organizados en los horarios de las comidas y procuren limitar el tiempo que dedica el menor a esta actividad. “Si se le pone sobre la mesa un plato por más de media hora, lo más probable es que no ingiera los alimentos con gusto, sino por obligación”, dice el especialista. Por eso, debe tomarse entre 20 y 30 minutos en esta tarea. Si no lo hace, es conveniente retirar el plato. Por otra parte, hay que tener cuidado con la cantidad de comida que se le ofrece, pues las porciones pueden resultar exageradas para su apetito. Se recomienda comenzar sirviendo poca cantidad e ir aumentando paulatinamente las porciones conforme el pequeño las va aceptando.
En cuanto a los alimentos suministrados entre comidas, es mejor optar por aquellos que tengan carbohidratos complejos, como las frutas. “Estas sacian el apetito y mejoran los niveles de azúcar”, explica el doctor Jácome. Los niños mayores pueden ingerir una porción de queso con una fruta como merienda. Evite las gaseosas.


Suplementos
Según la nutricionista Alicia Cleves, los productos para abrir el apetito no se necesitan porque las vitaminas y minerales que allí se encuentran están también disponibles en los alimentos. “Estos deben ser preescritos por un nutricionista, dado que tienen un gran aporte calórico y llenan fácilmente la capacidad gástrica del niño”, argumenta la especialista.


Sin embargo, si son requeridos, a juicio específico de un nutricionista, deben ser proporcionados después de la comida nocturna para que no interfieran con la ingesta del día.


“Es importante que sea precisamente el especialista quien determine la cantidad que necesita el infante, pues muchas mamás utilizan este tipo de productos desmedidamente con el objetivo de que los alimentos tengan un sabor más agradable, lo cual puede causar diarrea”, advierte.






Hábitos y sabores
Una forma de evitar que los niños sufran de inapetencia es inculcar conductas de alimentación apropiadas desde la infancia. Durante esta etapa es clave que los adultos les permitan a sus hijos conocer y degustar los alimentos de tal manera que aprendan a consumirlos. Para que este proceso se convierta en una experiencia placentera es necesario que los padres hagan de cada comida un rato agradable, en el cual no haya tensiones. Además, es importante enseñarles que el lugar para comer siempre debe ser el comedor de la casa y no entretenerlos mientras comen. “Se debe compartir la alimentación con los padres, pues los niños aprenden más por imitación que por imposición”, recomienda Alicia Cleves.


Por otra parte, será útil presentar los alimentos de forma atractiva en preparaciones que incluyan sabores crujientes, formas y colores. La papaya, por ejemplo, se puede cortar en forma de algún animal; al tomate se le pueden incorporar orejas de lechuga y al arroz con pollo se le puede dibujar una cara feliz en la parte posterior. Optar también por alimentos como pastas, papas y tajadas de plátano, pues son los favoritos de los pequeños.


Fuente:elabcdelbebe

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