jueves, 13 de octubre de 2011

Bebés con ansiedad o angustia



Evolutivamente, la angustia aparece en cualquier etapa del desarrollo infantil, y se le asignan diversos nombres. En el lactante, al 6to mes surge la angustia de separación de su madre. En el preescolar, (desde los 4 a los 6 años), aparece la angustia frente al daño corporal En cualquier etapa, la presentación externa de la angustia tiene características comunes que comprometen a todo el sujeto. Abarca el llanto, las sensaciones internas de destrucción y pérdida, la tensión motriz exacerbada, y los trastornos de áreas específicas (alimentación, sueño, control de esfínteres, lenguaje, relación social).


Pueden aparecer síntomas como la succión del pulgar u otro objeto, el hábito de comerse las uñas, inapetencia, voracidad, insomnio, pesadillas y rechinar de dientes. El niño puede optar por callar o empezar a los gritos, pelearse con sus hermanos o aislarse. A cualquier observador le resulta evidente su profunda insatisfacción y displacer, así como la búsqueda de una salida pronta y efectiva. A menor edad, más posibilidad de reacciones corporales: a mayor edad, mayor incidencia de respuestas de conducta.


Aun en este punto, la expresión de la angustia es un mecanismo útil para el ser humano, pues permite una descarga de las tensiones acumuladas. Basta recordar el profundo y pacífico sueño de un bebé después de una rabieta. Entrar en consideraciones acerca de las posibles razones, abarca un espectro tan amplio como la vida misma. Problemas familiares, escolares, sociales; temporarios o permanentes; leves o graves, pueden ser causa y efecto de la angustia infantil. Cabe agregar a esta enumeración las enfermedades orgánicas y aun las consultas médicas.






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