martes, 4 de octubre de 2011

“Con AMOR y FIRMEZA”.

Bien se ha dicho que el primer lugar para formar los hijos e hijas es la familia y no las instituciones educativas, sin embargo, ésta tarea maravillosa que Dios nos ha encomendado, no siempre resulta tan fácil. Nuestros hijos son regalos del cielo y como tales debemos aprender a guiarlos adecuadamente para que aprendan cómo realizar lo que desean de la manera más óptima.
Es fundamental por lo tanto establecer reglas para fortalecer conductas y lograr un sano e integral crecimiento personal. El mundo está rodeado de reglas y los hijos deben aprender a vivir en ellas desde muy pequeños… de tal forma que los límites deben basarse en las necesidades de los niños y niñas.


Lo que se LIMITA es la CONDUCTA, no los sentimientos que la acompañan. A un niño se le puede solicitar que no haga alguna cosa, pero nunca se le puede pedir que no sienta algo o impedirle una emoción o sentimiento.


Los LÍMITES deben fijarse de manera que no afecten el respeto y la autoestima del niño (a). Se trata de poner límites sin que el niño se sienta humillado, ridiculizado o ignorado. Es necesario que se señale la situación problemática empleando pocas palabras. Los sermones son poco efectivos y alteran a las personas. Evite calificar al niño, solamente señale el problema. Sea firme, pero tranquilo.

Algunos consejos fundamentales son:
Dedique el tiempo suficiente... Si uno está mal para enfrentar el día, si no se lleva bien con otros miembros, si se siente presionado o si tiene temor por el día que se avecina, los niños sentirán esta tensión.


Cuando no se respetan los LÍMITES, debe traer consecuencias. Las cuales deben ser proporcionales, directas y, en la medida de lo posible inmediatas a la situación que las provoca. Las consecuencias deben ser adecuadas a la situación. Esto es, que guarden una relación natural o lógica con la conducta en cuestión.


Las REGLAS deben establecerse de común acuerdo entre padres e hijos, deben ser el producto de la discusión y el entendimiento.


Es más fácil establecer DISCIPLINA cuando la persona responsable de los niños realmente se siente satisfecha de estar a cargo del niño, cuando disfruta al compartir con ellos y cuando es capaz de respetar la necesidad de seguridad de ellos. La disciplina da buenos resultados cuando los adultos son firmes, observadores y afectuosos, nunca si estos se muestran superficiales. La disciplina debe ser firme pero nunca grosera, respetuosa y no hiriente, o sea debe controlar pero nunca lastimar al niño.


La DISCIPLINA depende en gran parte de las habilidades y de las conductas de los adultos, como también de la capacidad para combinar el afecto y el control. Esto es difícil, pues exige mucho de nosotros mismos. La buena disciplina no es solamente castigar o lograr que las reglas se cumplan, implica también que nos gusten los niños y que ellos se sientan aceptados y queridos por nosotros. El proveerles de reglas claras y apropiadas es sólo para su protección.


Nuestra conducta y actitudes afectan la conducta de nuestros hijos. Es posible que los niños se sientan bien, pero empiezan a portarse mal si se les dirige masivamente, o se les grita, en lugar de tratarlos como seres humanos. Los niños imitan la conducta de los adultos y si el adulto es grosero, estos también lo serán.


El manejo de los niños debe ser gentil pero con autoridad, ofreciéndoles siempre dirección y conductas apropiadas para imitar. Los niños necesitan adultos que tengan autocontrol y en quienes ellos puedan confiar.


Existe una frase que una vez leí y encierra muy bien, lo señalado….


“Educar a un niño es como sostener en la mano un jabón. Si aprietas mucho sale disparado, si lo sujetas con indecisión se te escurre entre los dedos, una presión suave pero firme lo mantiene sujeto”. Anónimo.

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